miércoles, 16 de enero de 2008

Historias de un loser II

Para contarles esta historia, debo remontarme unos años atrás, al 4 de Octubre del 2006, día en el que se festeja mi cumpleaños.
Por aquella época, mi vida se repartía básicamente en 2 trabajos, ambos de medio horario, los cuales para mi conveniencia se ubicaban en extremos opuestos de la ciudad, hablando de comodidad, no?... Para que se hagan una idea, de mañana debía ir al trabajo en la zona del puerto y luego del mediodía tenía que ir al otro trabajo que quedaba prácticamente en las afueras de la ciudad, en dirección para el interior.

Digo que mi vida se repartía entre estos trabajos, ya que mi rutina diaria consistía en, levantarme cerca de las 7 a.m., para llegar al trabajo a las 8 a.m., previo viaje en ómnibus de unos 40 minutos aproximadamente. Si bien disponía de varias líneas de ómnibus para ir al trabajo y la frecuencia entre uno y otro no superaba los 10 minutos, siempre llegaba justo de hora para la entrada ya que debido al congestionamiento con el que pasaban los ómnibus, muy pocos paraban cuando les hacía señas.

Hay una frase en inglés, no se como se traduce al español, pero la misma dice "when it rains, it pours". Lo que quiero decir con esto, es que hay momentos en los que hasta incluso tengo un poco de buena suerte, pero cuando empieza la mala suerte viene toda junta. Porque digo esto, porque, antes de conseguir ese segundo trabajo, yo entraba a trabajar de mañana a las 9 a.m. y siempre llegaba con tiempo e iba sentado.

Volviendo a la historia, debo reconocer que no todo fue malo durante esos 3 meses que trabaje en los 2 lugares. Llegar tan temprano al trabajo tenía sus beneficios, silencio total y absoluto, ni un alma que me molestara, ningún teléfono que sonara interrumpiendo mi ritual matutino, el cuál consistía básicamente en hacer pequeñas cosas que no podía hacer durante el resto de la mañana, como tomar mate escuchando la música a full, y me refiero a full que hasta el cuidador del piso de abajo tuvo que decirme que la bajara un par de veces jeje.
Pero eso era hasta las 9 a.m., luego era un mundo totalmente distinto, cuando llegaban la mayor parte de las otras 149 personas que trabajaban en el lugar.

Durante el correr de la mañana realizaba las tareas que tenía encargadas, hasta las 13 horas, hora en la cuál comenzaba la travesía diaria, de recorrer todo Montevideo para llegar al otro trabajo a las 14 horas, pero bueno todo sea por un futuro mejor jaja

Una vez que el reloj marcaba las 13:00 p.m exactas, yo salía por la puerta en busca del ómnibus ya que si lo perdía, me era imposible llegar en hora. Luego que salía, tenía 2 opciones: ir a la parada de ómnibus y esperar uno que supuestamente pasaba 13:20 y llegar justo de tiempo, o caminar unas cuantas cuadras hasta una terminal de ómnibus interdepartamentales que salían cada 5 minutos y llegar con tiempo de sobra, buena opción salvo que estábamos en verano y caminar al rayo del sol no cargado con la mochila y el mate no es de mi agrado.

Una vez que llegaba, solo debía esperar a que pasara la tarde y fueran las 6 p.m., para emprender el retorno a casa en un lindo viaje de casi una hora, el cuál ni siquiera me dejaba cerca de casa, debía caminar unas 5 cuadras.

Esta básicamente era mi rutina diaria, hasta que llego el 4 de Octubre, día de mi cumpleaños. Ese día había arreglado para intercambiar los trabajos, ir de mañana al que generalmente iba de tarde ya que debía llevar una torta para festejar. Además había arreglado en casa para ir en auto ya que luego del trabajo teníamos planeado con mis compañeros salir a tomar algo. A fin de cuentas teníamos todo planeado, solo restaba que yo llegara al trabajo sin problemas...

Llego el gran día, me levante y me dirigí al trabajo, transcurrió la mañana sin peripecias, con el correr de los minutos iban llegando el resto de los compañeros/as, saludos, típicos chistes de vejez, etc, así transcurrió el resto de la mañana en un aire bastante jocoso. Llego el mediodía recogí mis cosas, salude a la gente y me fui, ya que debía primero ir a conseguir una torta y luego ir al otro trabajo. Por suerte, hay un supermercado cerca, compré la torta y en cuestión de minutos ya estaba en viaje. Como era un lindo día, había decidido ir por la rambla ya que las calles por ahí son menos congestionadas, hay menos semáforos y el paisaje es más atractivo.

Uno de los tantos atractivos del paisaje, como no podía ser de otra manera son las mujeres, por lo que no perdía oportunidad de observar cuanta chica se paseaba cuál si fuera una pasarela por la rambla. Luego de unos minutos, una chica atrajo mi mirada, fue un segundo el cuál recuerdo hasta el día de hoy, ya que al voltear la mirada otra vez hacía adelante, se encontraba frente mío otro auto, al parecer el individuo era amanerado ya que no siguió la conducta universal de todo hombre, de mirar cuanta chica linda pase por delante, y cruzó en buena ley con el semáforo en verde (a su favor) justo en el momento que yo recobraba la cordura, para provocar así una colisión que arruinó totalmente cualquier esperanza de pasar un feliz cumpleaños. Se ve que el muchacho estaba comiendo bastante bien, porque no me lo explico sino.

El choque en si, no fue para tanto, si bien se rompieron un poco los autos, ninguno salió lesionado.
Luego de comprobar que el muchacho del otro auto no estaba lesionado, mi primera reacción fue tomar el celular para avisar en casa y luego llamar al seguro. Llamo a casa, atiende mi madre le comento que por esas casualidades choqué y tuuu tuuu, aunque no lo crean me quedo sin saldo en el celular, sin posibilidad ni de mandar mensajes de texto, para colmo no tenía el número gratuito de la compañía de teléfono para cargar saldo. Sólo me faltaba lastimarme, que mala liga, la pu....

Luego de unos minutos, me llamaron desde casa, llamaron al seguro, etc, lo típico en estas situaciones. Al cabo de media hora ya estaba pronto para seguir el camino hasta el trabajo, con el auto roto pero funcionando, me pongo el cinturón de seguridad, precaución ante todo, más luego de un choque jaja, fue en eso cuando un pensamiento invadió mi mente, la torta!!!, miro para el asiento de atrás y ahí estaba, para mi suerte a la sombra cubriéndose del sol, dada vuelta en el piso jeje, la levanté la volví a poner a la sombra, esta vez sobre el asiento y arranqué para el trabajo.

Como se podrán imaginar no estaba de humor como para festejar el cumpleaños, igual se hizo lo que se pudo, comimos la torta y luego salimos a tomar algo a la rambla, por suerte esta vez no deje que nada me distrajera, pero como no podía ser de otra manera, luego de un día de calor extremo, al llegar a la rambla al cabo de unos minutos se largo a llover, increíble sólo a mi me pasan estas cosas.

A todo esto, la chica ni siquiera se quedo a ver el choque, que mala liga...

Saludos.